sábado, 23 de abril de 2011

Rubens, Retrato del Duque de Lerma, 1603

En 1603 Rubens llega a Valladolid, ciudad en la que la Corte española se había instalado temporalmente, como enviado del duque de Mantua. En este momento realiza uno de los mejores retratos que guarda el Museo del Prado, el del hombre más poderoso de España durante el reinado de Felipe III: el duque de Lerma. Don Francisco de Sandoval y Rojas monta un brioso caballo blanco; su mano derecha empuña el bastón de general y viste una armadura en la que destaca el collar de la Orden de Santiago. Está de frente, apartándose del tradicional retrato ecuestre que había establecido Tiziano en el de Carlos V en Mühlberg, donde las figuras eran representadas de perfil. La situación frontal marca el escorzo de caballo y caballero, permitiendo ver al fondo una escena de batalla ya que sitúa el horizonte muy bajo. Aun siendo uno de los primeros retratos del maestro se pone ya de manifiesto su capacidad para penetrar en la personalidad de los modelos, mostrándonos el alma del personaje. Concretamente aquí nos exhibe la altanería y el orgullo del valido, dando la impresión de arrollar al espectador al ser visto desde un ángulo bajo aprendido del Manierismo, por lo que se especula sobre un contacto entre Rubens y El Greco. Rubens inaugura un nuevo concepto de retrato que seguirán Van Dyck y Velázquez.Respecto al estilo, se observa el dibujismo característico de sus primeros años, con un detallismo maravilloso en la armadura o en los engarces del caballo. Con esta obra el maestro se da a conocer en España, donde sus pinturas gozarán de gran estima; de hecho, en estos primeros momentos el propio duque de Lerma intentó retener al artista en Valladolid, pero el pintor prefirió continuar su estancia en Mantua ya que Italia le podía enseñar muchas más cosas. Existe un excelente dibujo preparatorio de este retrato en el que se definen las líneas básicas de la composición.

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